Hola a todos.
Hojeando uno de los números de la revista que publica el Centro Cultural "Cuando el Pago se hace Canto", me llamó la atención este artículo que lo quiero compartir con todos Uds.
Para aquellos que no lo saben, Villaguay es uno de los departamentos de la provincia de Entre Ríos y se encuentra ubicado geográficamente en el centro de la misma.
Probablemente el nombre proviene de diversos vocablos de origen guaraní: "Yaguay" (río de tigre), "Yaguaí" (río del tigrecito), "Ibiyá" (tronco) o "Viyá" (culebra), "Cuá" (cueva), "Y" (agua, río, arroyo). Es decir "Manantial que brota del tronco" o "Río o arroyo de las cuevas de las culebras".
Y aunque el artículo no hace referencia al origen etimológico de la palabra "Villaguay", personalmente opino que efectivamente existe una relación entre dicho origen y la historia de "La Palmera Milagrosa".
A leer entonces...
Gracias Carlos "Mange" Casís.
carlosmangecasis@hotmail.com
Hasta la próxima.
Pablo
VILLAGUAY Y SU PALMERA MILAGROSA
Texto de Miguel Angel Federik
(Villaguay, Entre Ríos)
Hace unos años y confirmando que lo mejor de los "Congresos" son las sobremesas, conocí en Concepción del Uruguay a don Carlos A. Castagnino, descendiente de una familia de genoveses que integra la lista fundadora de nuestra segunda identidad: la de europeos transmigrados hacia la paz y el trabajo en tierras de ultramar ya perdidas por los españoles pero aún no ganadas del todo para nosotros.
Asistimos a una injusta disociación entre la concepción sagrada del suelo en que se vive y la propiedad de los campos que sólo se explotan hasta su degradación. Esa tensión persiste en la dulzura y la rabia de los cancioneros reales y de tanto en tanto emerge en las conductas cívicas, puesto que los pueblos osan decir, osan hacer. La microhistoria está llena de estas semillas.
Y como no podía ser de otro modo, hablamos de nuestra tierra -Villaguay, claro está- y salimos a divagar por esos calderos de la memoria colectiva en que hierven y perduran las cosas reales y las cosas mágicas que constituyen la realidad en que vivimos.
En determinado momento y formando parte de estos prodigios apareció "La Palmera Milagrosa de Villaguay". Don Carlos me preguntó si sabía algo de eso. Le dije que había escuchado hablar, pero sólo en boliches de campaña entre barajas y atardeceres con guitarra como formando parte de esa autoafirmación en el milagro histórico que toda criatura necesita para tenerse en pie en una realidad a secas, generalmente brutal y adversa.
Le contesté que nunca me había animado a escribir algo sobre "ella" porque siendo hombre de ciudad y de letras, nadie me iba a creer y menos si lo decía en un poema, ya que la gente cree más en la televisión -que es una mediación virtual- que en la palabra de un poeta, que sólo es mediadora de mundos reales.
Entonces don Carlos me dijo: "Yo tengo la prueba y se la voy a mandar". Y hombre de palabra, me regaló esa prueba y ahora estoy en frente a la quinta página de "EL CENSOR" de Gualeguaychú del día martes 25 de enero de 1944, escribiendo esa noticia de cuando lo mágico nos visitaba.
Se titula: "EL MILAGRO DE UNA PALMERA FAMOSA ENCLAVADA EN LAS SELVAS DEL MONTIEL" - Leyendas Sugestivas - Una bendición de Dios - Propiedades Terapéuticas - La agonía de los Montes...Y luego cuenta una verdad maravillosa anterior al "realismo mágico", y por supuesto anterior a la desoladora visión satelital de nuestros campos de hoy.
Dice allí Adolfo Perotti: "...Corría el año 1870 cuando apareció en el distrito Raíces Oeste del Departamento Villaguay, campos de los Velázquez, una palmera de características originales que llamó la atención de los vecinos, provocando toda clase de comentarios. Era aquella una época de prolongada sequía, desesperante situación que se agravaba por un horizonte erizado de peligros y amenazas. Ese hermoso ejemplar de yatay que creció paulatinamente, mide en la actualidad dos metros de circunferencia y tiene una altura de dieciocho metros. En el tronco a ras de tierra, presenta un hueco de cuarenta centímetros de profundidad por donde surge permanentemente un chorro de agua cristalina y fresca, con la excepcional particularidad que sustituye inmediatamente la cantidad que se extrae y jamás se rebasa..."
Y como si ésto fuera poco, el artículo se ilustra con una fotografía, para prueba de los incrédulos de siempre. Y viendo ésta -donde hay un hombre en pie- los dieciocho metros de altura se hacen casi creíbles y mirando el caballo y el algarrobal detrás, quizás también su diámetro. Pero esas son artimañas de la fotografía.
Se dice que sus "aguas curativas" eras buscadas por las tropas de Urquiza y los heridos de todos los bandos en las contiendas del ayer. Escuché decir que tenía atado con cadenas un jarro para el caminante...Se dice que era 1870...en albores del Jordanismo. Se dice que esa palmera fue el consuelo del sediento en las Selvas del Montiel...y que hombres estudiosos atraídos por las curiosas leyendas han observado el fenómeno llegando a las más variadas conclusiones...Es decir: no es leyenda. Solamente la vieron con ojos no educados para ver la maravilla. A todos nos asiste siempre alguna forma de sordera en la mirada.
Se cuenta allí que el Dr. López Etchevehere lamentaba "con dolor ver agonizar el monte aborigen". Digo hoy: el Dr. Emiliano Carulla por mismos '40 advertía sobre la destrucción de la Selva de Montiel que se iba como leña por los "puertos naturales" a suplir las deficiencias energéticas de la Europa en guerra, haciéndose portavoz inaugural de cuanto ahora llamamos defensa del medio ambiente, otro consuelo de la primera y última verdad: todos vivimos con una pie en la tierra y el otro en lo sagrado. Nadie podría vivir sólo en el "medio ambiente". Vivimos en la cultura, habitamos más de una lengua. Un rancho lleno de estampitas y una casa llena de bibliotecas, son lo mismo. Nadie se sostiene en pie sin sus ecos y sus diálogos constantes con los vivos y los muertos.
Lo cierto es que un diario de Gualeguaychú de hace más de medio siglo daba noticias de que en el departamento Villaguay había una palmera milagrosa de aguas curativas...También es cierto que hoy no existe. Algunos dicen que la "partió un rayo" repitiendo el ciclo cósmico: "lo que el Cielo da, el Cielo quita". Y sabrá el Cielo por qué lo hizo.
Hacheros actuales de los pocos montes que van quedando entre Villaguay y La Paz me han dicho: "No se crea eso...Toda palmera da agua en las raíces..." amortiguando aquel prodigio...o haciendo gala de ese conocimiento popular que transfiere de una palmera a todas las palmeras las mismas facultades y propiedades maravillosas. Negar lo maravilloso único, también es una estrategia del olvido.
Tuvimos una "palmera milagrosa con aguas curativas" y de ella bebieron y con ella curaron sus heridas los guerreros que inventaron Entre Ríos y de ella daban cuenta los diarios de la provincia y los hombres estudiosos hasta mediados del siglo XX. En la cosmogonía guaranítica la primera tierra se sostenía sobre cinco palmeras eternas. Tal vez la de Raíces Oeste fue una hija sobreviviente de aquellas.
Y tengo la prueba: esta quinta página de "EL CENSOR" de Gualeguaychú del martes 25 de enero de 1944. Y aún no había nacido.