Por Francisco Solano Giménez
(Sauce de Luna, Entre Ríos)
Los españoles introdujeron en el actual territorio argentino, los primeros yeguarizos, los que con el paso del tiempo y las aguadas y buenas pasturas naturales, se reprodujeron rápidamente multiplicándose por miles. Luego, como todos sabemos, los padrillos o sea los machos adultos, se apartaron cada uno con un lote o tropilla de hembras, a las que las ganaban peleando con otros machos. El que ganaba la pelea se llevaba la manada y así sucesivamente se fueron haciendo distintas manadas o tropillas. Luego, como habían demasiados en la provincia de Buenos Aires, se comenzaron a expandir a otras provincias, cruzando el río y así surgieron nuestros caballos en Entre Ríos.
Los aborígenes primero sólo los comían, luego vieron de a caballo a los españoles y que les ganaban las guerras a los aborígenes de a pie. Se dieron cuenta que montados a caballo sería una guerra pareja y con posibilidades de vencer a los extranjeros invasores de sus tierras, porque ellos, los aborígenes, eran dueños de la tierra. Pero tropezaron con que, como ellos habían nacido y crecido a pie, se les hizo difícil amansar potros, ya que los boleaban, los tenían entre varios, pero cuando montaban y en pelo, más demoraban en soltarlo que en caer a tierra y les fue al principio imposible domesticar a los equinos. Fue entonces que utilizando su astucia los aborígenes o indios subieron arriba de las copas de los árboles que había en las orillas de los arroyos o ríos; echaban entonces las caballadas arreándolas de a pie entre todos y las hacían tirar al agua. Y allí desde arriba de los árboles, los indígenas saltaban sobre los potros impidiéndoles entre todos que salieran del agua, y como todos sabemos que el animal yeguarizo dentro del agua no corcovea dado a que con sus patas tiene que nadar, allí rigoreaban al potro hasta que no bellaqueaba más. Entonces lo dejaban salir del agua tomándolo entre muchos y atándole guascas y sujetándolo a un árbol. Así comenzó la doma de potros de los indios porque no sabían andar a caballo. Al poco tiempo se hicieron diestros jinetes, tal fue que después fueron más jinetes que el español y el criollo. Manejaron y adiestraron también al montado que, guerrero de a caballo, era poco menos que invencible, y como manejaban tan eficazmente las boleadoras y lanzas, les ganaban las batallas a sus enemigos.
Con el paso del tiempo, el caballo ya amansado, de andar, se lo llamó "montado" o "flete". Esta última palabra que parece tan criolla, viene de voz marina, viene de "flota", ya que los conquistadores a sus carabelas les llamaron "flota" o "flotas". Fue entonces que a su medio de movilidad por tierra le llamaron "flete", de allí hasta nuestros días, le decimos "fletes" a los yeguarizos montados de andar. Así arraigado al criollo con los años, y por ser masculino su nombre, se lo llamó FLETE, y el gaucho suele decir "voy a montar a mi flete", refiriéndose a su montado.
Flete criollo y genuino
en todo fuiste un ejemplo,
se te debe un monumento
en cada pueblo argentino;
has cumplido tu destino
con valor y lealtad,
nos diste la libertad
en todo este continente;
y hoy te prohíbe en la ciudad
la ingratitud de la gente.
Flete indio, que en malones
arrasaste las ciudades
no te pararon zanjones
dejando ranchos quemados,
caracoleando cargado,
prendas y chinas en ancas
en alocada carrera;
fuiste una furia en la Pampa
en la huída malonera.
Voy a evocarte mi flete
durante toda mi vida,
el indio fue gran jinete
y en ancas robó cautivas.
Desde la civilización
a las mismas tolderías
la mujer blanca sufría
el maltrato de las chinas
Cafulcurá cabalgaría
desde Chile a la Argentina.
Caballo criollo en las yerras
enlazando novilladas,
amalhaya tu suerte perra
siempre andás a las cinchadas;
al tranco lento en tropeadas
o en el tropel del malón.
Si sos puro corazón
a tu amo fiel y sincero
por ver grande mi Nación
libre la hiciste primero.
En yerras de rinconadas
había que andar bien montado,
pa' correr un rezagado
apartao de la manada;
gente campera acostumbrada
a no errar tiro de lazo
y no saber del fracaso
si bien montado se encuentra
y siempre saldrá del paso
si en el desierto se adentra.
Yo conocí en este pago
fletes de no creer,
eran como un halago
de atropellar y correr,
se sentía un gran placer
el pegar una pechada,
al toro más cabortero
pegársele a la paleta
o esquivar una cornada
haciéndole una gambeta.
Yo he visto caballos flores
bien domados en la boca
en rodeos hacer primores,
obedeciendo a quien lo toca
sentándose en los garrones.
Yo vi correr cimarrones,
bolearlos bajo el pescuezo
juntándoles las dos manos;
muy camperos los paisanos
a pesar de este progreso.
Yo vi correr en los montes
a toda velocidad
y galopar sin aprontes
en la inmensa oscuridad,
pelar el freno ahí nomás,
tirarse y cruzar un río
nadando como el que más
bandear Gualeguay crecido.
Eran gauchos por demás
de mis pagos de Entre Ríos.
Fuente:
Revista "Cuando el Pago se hace Canto" - Edición Nro. 31. Pags. 57-58. Año 2011. Publicación anual de la Fiesta Provincial "Cuando el Pago se hace Canto", La Paz, Entre Ríos.
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