LA VEZ QUE DENTRÓ UNA GUAINA
Otro recuerdo del bolicho virtual de Don Pablo…
Basado en un momento fugaz aunque la historia sea mera fantasía.
Era febrero, me acuerdo,
y era la media mañana;
afuera el sol del verano
acomodaba sus brazas
pero adentro del bolicho
entre humo, naipes y grapa
un puñado de paisanos
a sus vicios se entregaban.
Nunca la vi cuando entró
tal vez yo estaba de espalda,
de pronto se hizo un silencio
callado que retumbaba
y fue dejando una estela
de lujuriosas miradas
de la puerta al mostrador
de las mesas a su falda.
Rubén con el Yacaré
de reojo se miraban
invitándose al detalle
de esa su blusa floreada
de aquel contorneado cuerpo
de ese cuerpo de guitarra
de esa piel de arena y río
de esa falda colorada.
El “Brujo” quedó pasmado
y yo no le digo nada
cuando giró hacia nosotros
y sin mirar a la cara
preguntó: “¡¿el acordeonista?!
sin observar que ya estaba
justo viniendo del fondo
como para saludarla…
“Soy yo”, dijo el aludido
que al tiempo el paso alargaba
como pa’ llegar primero
por cortesía paisana,
- Panozzo para servirle
mientras la mano estiraba
susurró el acordeonista
con vos medio entrecortada.
Afuera el clavel del aire
al colibrí lo llamaba
por la calle el viento norte
al trotecito pasaba…
bolicho adentro un murmullo
atento disimulaba
los aguijones de aquellos
diez ojos que la observaban.
Se fue como quien se queda
mirando por la ventana
perdiéndose su silueta
allá por la calle larga…
Quedaron los comentarios
y hasta alguna que otra chanza
apagándose de a poco
cuando se fue la mañana.
Me acuerdo que era febrero
la vez que dentró la guaina…
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